No más fronteras

El mundo no está dividido entre europeos y africanos, ni entre españoles y franceses o entre catalanes y castellanos, sino entre opresores y oprimidos. O dicho de otra manera, el mundo está dividido por una gran frontera invisible. En un lado están los poderosos, los que explotan a las personas y saquean los recursos naturales del planeta en beneficio de unos pocos, los de arriba que apenas son un 15% de la población mundial. Y en otro lado están empobrecidos, los hambrientos y todos los que sueñan y luchan por una nueva humanidad equitativa, fraterna, solidaria y respetuosa de los derechos humanos y del medio ambiente, que son el 85 % de los de abajo.

Estas dos clases sociales están en lucha permanente en todos los países. Por eso, los nacionalismos son absurdos y nefastos. Las fronteras dividen a los pobres y a los que buscan un mundo más humano y solidario. Lo trascendente es ver con quiénes estamos, si con los de arriba o con los de abajo.

Las fronteras de las naciones las construyeron los de arriba (reyes y grandes oligarcas), sin contar con el pueblo. Por ejemplo, el límite fronterizo entre el Reino de Aragón con Murcia fue un acuerdo entre el catalán Jaume I, rey de Aragón, y su yerno Alfonso X, rey de Castilla, dividiendo de este modo la vega baja del Segura, sin contar ni respetar a la población.

De ahí surge el reto de trascender todo tipo de fronteras y no dejarse engañar por los nacionalismos impuestos por los de arriba, que distraen y desvían el centro de gravedad.

A los de arriba, a los poderosos, les interesa que los ciudadanos se enfrenten unos a otros, que la sociedad española se enfrente a la catalana y la catalana a la española porque de esta manera tapan sus escandalosas corrupciones, sacan beneficios y distraen a la opinión pública. Y mucha gente del pueblo, sean nacionalistas o independentistas, se dejan manipular enarbolando sus banderas y cayendo en un nacionalismo fanático y fundamentalista.

Los poderosos hablan de la unidad de España, pero en realidad lo único que les interesa es el poder, el dinero y la riqueza, como diría el cura Joaquín Sánchez. El mejor patriotismo es la defensa de la educación, de la sanidad universal, el derecho a la vivienda, el trabajo digno, el respeto de la diversidad cultural, el desarrollo de los valores éticos y morales, la dignidad humana y la priorización del bien común por encima de los intereses privados.

Urge una España más tolerante y dialogante, sin muros ni vallas en las fronteras. Abierta para acoger solidariamente a los que huyen del hambre y de las guerras. No queremos más fronteras. Urge optar por una España y un mundo nuevo que coloque al ser humano y su dignidad en el centro de la vida y de la historia. Urge la unión de todos los hombres y mujeres que sueñan y trabajan por otro mundo sin paraísos fiscales, sin políticos corruptos, sin multinacionales que saquean los recursos de los países del sur, sin industria armamentista, sin guerras, sin discriminación por la nacionalidad, cultura, lengua, color de la piel o religión, un mundo respetuoso y cuidadoso del medio ambiente. Este es el mundo y la España que muchos soñamos. Y que Dios sueña.


Escrito por Fernando Bermúdez López, teólogo