Años 1948-1969

Información general

Título

Años 1948-1969

Código

EPO0005

Descripción

Época de moda entre los años 1948 y 1969.

Información de contexto

Características

Después de la guerra y los duros años de la posguerra, la sociedad estaba fatigada de dolor, sobriedad y escasez. La gente necesitaba una realidad nueva que no tuviera nada que ver con los duros tiempos que había vivido. Al mismo tiempo que las ruinas eran eliminadas de las ciudades, que se rehacía la industria y se arreglaban los hogares, se despertaba una necesidad no expresada de bienestar y alegría. Por eso, cuando en febrero de 1947 Christian Dior presentó por primera vez una colección de ropa, absolutamente explosiva, ostentosa y resplandeciente de lujo, fue acogida con júbilo y admiración generales. El desfile, organizado por Carmel Show, redactora de Harper's Bazaar, se hizo famoso en todo el mundo y fue bautizado como el «New Look», aunque Dior prefería llamar a lo nueva moda «línea corola», porque los vestidos se presentaban como los pétalos de las flores.

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El New Look determinó el rumbo que iba a llevar la moda durante quince años. Al principio hubo una cierta oposición por varios motivos. En primer lugar porque la nueva moda imponía un gasto enorme en tejidos ya que cada vestido utilizaba metros y metros, y parecía inmoral que mientras en muchas familias no podía ni comprarse el alimento para los hijos, se hiciese un despilfarro tal. Y en segundo lugar, porque suponía un retroceso absoluto a los tiempos anteriores a la Primera Guerra Mundial y el siglo XIX. El modelo de mujer que se presentaba era la que debía pasar el día acicalándose y maquillándose para presentar un aspecto absolutamente femenino, agradable a los ojos masculinos. Había que demostrar en el vestido la riqueza de los maridos. Volvían todos los elementos de tortura que se consideraban desde hacía decenios totalmente excluidos del vestido: fajas, sujetadores, crinolinas... La creadora americana Anne Fogarty escribió un libro de éxito, life-dressing, en el que señalaba la necesidad de llevar continuamente, incluso al hacer la limpieza del hogar, una bueno faja.

Para la mayoría de las mujeres, incluso las que debían trabajar para mantener un cierto nivel de vida, aceptaban gustosas este nuevo papel. Debían cambiarse hasta seis veces de ropa a lo largo del día y adecuar el maquillaje a cada circunstancia. Algunas revistas ayudaban a seleccionar el vestido correcto. Además ni siquiera el marido solía ver su rostro auténtico. Se levantaban antes que sus esposos para maquillarse y por lo noche o bien esperaban hasta que el hombre dormía para quitárselo, o se aplicaban un maquillaje de noche para las horas íntimas.

Pero la alta sociedad exageraba el lujo y la ostentación. Periódicamente se celebraban bailes de disfraces y fiestas esplendorosas. La más famosa de todas fue la organizada por Carlos Beistegui en el Palacio Labia de Venecia en 1951, que colapsó todas las casas de moda durante meses. Dior diseñó, entre otros muchos, los trajes de Dalí y su esposa Gala, que llegaron con el peinado y el sombrero a la sensacional altura de 2,40 metros. El anfitrión se cambió tres veces de traje. Hitchcock se inspiró en esta fiesta para su película Atrapa a un ladrón.

El New Look tuvo todavía otra consecuencia importante: supuso el resurgimiento de la moda francesa y París fue de nuevo la capital de la alta costura, por lo menos hasta dos décadas más tarde. Como la industria parisina no podía atender la demanda total de la emergente sociedad de consumo, creó un sistema de copyright o ropa de marca llamado «griffe», que puso en marcha una obsesión por las marcas que sigue teniendo gran influencia tanto en hombres como en mujeres hasta el día de hoy.

La nueva moda significaba una vuelta a la prosperidad. El mismo año que Dior lanzó su «línea corola», se puso en marcha el plan Marshall para apoyar la reconstrucción y el despegue económico europeo que marcó el pistoletazo de salida de una nueva sociedad rica. La feminidad y el glamour acompañaron a la riqueza y el resurgir de los nuevos valores burgueses, así como la resurrección de los roles tradicionales de hombre y mujer.

La Alta Costura conoció en los años 50 un período especialmente brillante. Cada vez más, a la venta de modelos a medida, los modistos añadían la venta de patrones a confeccionistas del mundo entero, que los copiaban estrictamente o se inspiraban en ellos para los detalles de sus prendas. También entonces comenzó la práctica de la cesión de la marca para la difusión de accesorios: guantes, echarpes, zapatos, perfumes. En este último caso, fue también Poiret el pionero, que fue seguido rápidamente por la mayoría de las casas de Alta Costura.

1950’s Women’s Fashion - BLOSHKA

Pero la Alta Costura necesitaba, sin embargo, simplificar sus actividades. Por una parte, desaparecieron las colecciones de media temporada, y las dos colecciones anuales vieron reducidas las exigencias de antes de la guerra. El esfuerzo se redujo a cincuenta modelos cada seis meses para una casa pequeña, y a ciento cincuenta para las más importantes. Pero, por otra parte, y a pesar de los bajos salarios de las obreras de los talleres de costura, los costes de producción eran cada vez más elevados. La Alta Costura decidió permanecer fiel a su actitud tradicional: el servicio a una clientela de mujeres adultas y pertenecientes a los estratos más elevados de la sociedad.

A pesar de algunas iniciativas aisladas, sus modelos no atraían a la potencial clientela de mujeres jóvenes. La Alta Costura se había desinteresado de la ropa de sport y de verano, justo cuando el aire libre y el deporte se impusieron. Allí radicó el hallazgo de ciertos confeccionistas: captar a esa clientela joven con trajes de moda fabricados en serie, tal como se hacía en EE.UU.

Las características de esta moda son:

  • Formas curvas y colores alegres.
  • Hombros estrechos y caídos, con grandes escotes. Desaparición de las hombreras.
  • Faldas abiertas y largas hasta las pantorrillas, con gran vuelo.
  • Parte superior muy ceñido, con cinturas de avispa.
  • El énfasis se pone en la silueta, que crea una dependencia en la ropa interior: sujetadores, corsés, fajas, que tiran hacia adentro o empujan hacia fuera, mientras que las crinolinas hinchan y modelan las amplias faldas.
  • Complementos indispensables: sombrero, guantes, bolso...

Aunque Dior presentaba cada año un nuevo desfile con líneas nuevas (aparecen las líneas H, A, Y...) y las faldas podían subir o bajar, lo esencial, el espíritu femenino y elegante, permanece en todas ellas.

La década de los cincuenta ve el nacimiento del «pret-a-porter», que al principio es visto por la alta costura como un mal menor, pero que poco a poco va ganando el respeto general. En los Estados Unidos, para permitir acertar con los tamaños, se tomaron medidas a 100.000 mujeres, lo que permitió estandarizar la industria de la moda. La alta costura de París, liderada por Dior, mantiene su popularidad, y de hecho es copiado en todas partes. A Dior le encantaba ser copiado porque quería que las mujeres de todo el mundo lucieran su imagen. Pero los grandes modistos privados van siendo suplantados por la «pret-a-porter» o bien la añaden a su producción. Primero en Estados Unidos, con modistos como Lilli Ann, y en Inglaterra con Horrockses, y después con algunos diseñadores de fama como el americano Ceil Chapmann, se prueba que esta producción masiva puede alcanzar gran calidad. La alta costura ya no es un privilegio de los millonarios, sino que se pone al alcance de la población general.

Como la función de la mujer era atender los encuentros sociales para promover la carrera de su marido, la cultura del «cocktail» juega un papel esencial durante los cincuenta, e influye decisivamente en el diseño de los vestidos de tarde y noche. El término cocktail y la reunión social que representaba empezaron en los Estados Unidos durante la Ley Seca y estuvieron de moda hasta los sesenta. Los vestidos de cocktail utilizaban brocados sólidos y con dibujos florales clásicos, donde los fucsias brillantes, los rojos pastel y el negro clásico ofrecían la gama de colores. Eran la versión de falda corta de los antiguos vestidos de gala. Resultaban más elegantes que los vestidos de tarde, pero menos formales que los de noche, porque nunca llegaban al suelo y además no eran tan costosos. Los vestidos de cocktail podían llevarse en muchas ocasiones, incluso en las primeras horas de la noche.

La ropa de diario también se vio afectada por el «New Look». Lo más elegante ero el traje con falda estrecha que llegaba a media pierna y la chaqueta entallada con solapas anchas pero cortas. También tenían mucha aceptación las combinaciones de falda y «conjunto», que era un jersey de corte tradicional y una chaqueta de punto del mismo color. Los vestidos eran de colores oscuros y de lana en invierno, y de algodón y colores vivos en verano.

Los grandes modistos del «New Look» tuvieron una corta vida: Jacques Fath murió en 1954 y Christian Dior en 1957, y aunque otros diseñadores, como Balmain o Balenciaga, siguieron trabajando, el futuro pertenecía a una nueva generación que va a marcar la moda hasta finales del siglo: Kart Lagerfeld con diecisiete años e Yves Saint Laurent con diecinueve ganaron en 1954 el primer premio del concurso del Secretariado Internacional de la Lana.

La alta costura, vigorizada por la apertura de nuevas casas innovadoras y dinámicas, se vuelve todopoderosa e impone sus leyes a una clientela entre la que se mezclan antiguas y nuevas fortunas.

Costureras de barrio y fabricantes de ropa se esfuerzan en imitar a los grandes creadores para satisfacer la demanda de personas con medios económicos más modestos.

La moda de vestidos amplios y largos favorece el empleo de tejidos con cuerpo (tafetán, falla, otomán, raso grueso,...), frente a los vestidos confeccionados con telas de mucha caída, que se pegaban al cuerpo, muy utilizados en los años veinte y treinta.

En el periodo de entreguerras, las fibras sintéticas aparecen en el mercado. El nylon creado en Estados Unidos en 1937, se lanza después de la II Guerra Mundial. Posteriormente el tergal y los acrílicos, proporcionan tejidos ligeros, cálidos, resistentes y fáciles de cuidar. Todo ello va a modificar el aspecto y el peso del guardarropa y a facilitar a las amas de casa el lavado y el planchado.

A todas estas variantes de la moda sucedió una sorprendente vuelta al clasicismo. La dirección de Perfumes Chanel convenció a la gran Mademoiselle para que abandonase su exilio suizo y dirigiese la reapertura, en 1954, de la casa de costura cerrada desde 1939. Saludada con escepticismo por la prensa, la primera colección no constituyó un éxito, hasta el momento en que la vieja dama, contaba ya 72 años, puso a punto en sus talleres un tipo de traje sastre adaptable a cualquier circunstancia y a cualquier hora del día. Fabricado en ligeros tweeds escoceses, guarnecido con galones de colores variados, con la chaqueta generalmente forrada del mismo tejido que la blusa, y falda recta cubriendo la rodilla, este traje rápidamente ganó resonancia mundial por su estilo reconocible y fácilmente imitable. Al contrario de otras casas de Alta Costura que perseguían las imitaciones, a Chanel no le importaba ser copiada, en la seguridad de que la calidad de los trajes que salían de su taller marcaba la distinción.

A finales de la década, con el enorme crecimiento de los viajes, se popularizaron los textiles con influencias étnicos: hawaianos, batiks, brocados orientales, etc.

España años 50. La moda inmóvil

Mr. Marshall no se detuvo en España, y la reconstrucción que Europa iniciaba enfebrecida en los 50 se demoró en la España franquista hasta que la transformación social, la estabilización económica y el turismo debilitaron irremediablemente los cimientos del régimen. Pero los 50 son años de inmovilismo en España. Aislada internacionalmente desde 1947, instalada su economía en la más paralizante autarquía, la vida y la moda española discurrían entre visillos, en una larga y obligada siesta cada vez más insoportable para las nuevas generaciones.

Las modistas copiaban de las revistas; las amas de casa, de los patrones; y las mujeres jóvenes, del cine. A esta fuente de fantasía se debieron dos modas: el uso de la gabardina anudada en la cintura “a lo Lauren Bacall”, y el éxito del twin-set: conjunto de jersey de cuello redondo y cárdigan de punto fino con pequeños botones y sin cuello, que en España se llamó “rebeca”, como la protagonista de la película de Alfred Hitchcock (1940), que interpretaba Joan Fontaine.

Sólo algunos nombres aislados destacaban en el panorama de la moda española de la época, como el de Manuel Pertegaz, considerado como uno de los pocos auténticos couturiers que ha producido España.

Otro fenómeno comenzaba a ocupar un lugar central en el panorama de la moda española de la época. Si bien los grandes almacenes que marcarían las décadas posteriores en abierta competencia, El Corte Inglés y Galerías Preciados habían sido fundados en los años 30, fue en la década de los 50 cuando conocieron una expansión que culminaría en los 60 y 70, antes de que el gigante fundado en 1934 por Ramón Fernández Areces copara el sector adquiriendo por fin Galerías Preciados y convirtiéndose en un fenómeno internacional de la producción, distribución y venta de moda española.

Mención aparte merece la firma Loewe, fundada en 1846, que ha pasado a lo largo de su historia por numerosos avatares familiares y empresariales, y ha marcado toda una época de la moda y la vida social españolas, hasta llegar a nuestros días en manos del grupo multinacional LMHV, que ha dado un giro radical a su producción y su presencia internacional.

España años 60. La moda nueva

La incorporación de las nuevas generaciones a la vida cultural y laboral española, las primeras que pueden viajar al extranjero y estudiar lejos de las cerradas universidades nacionales, el desarrollo incipiente pero imparable de la que llegaría a ser la primera industria nacional, el turismo, y la influencia que unos y otros recibieron de unos medios de comunicación cada vez menos herméticos y sometibles, provocaron el gran cambio que un régimen envejecido trataba de evitar por todos los medios.

En lo que respecta a la moda, por primera vez en mucho tiempo, la confección española generó nombres que renovaron la oferta estilística y propusieron un decidido acercamiento a los fenómenos estéticos y culturales occidentales. En los años 60 abrieron sus puertas casas de costura que, con humildad y talento, procuraron dotar a las nuevas generaciones de elementos de estilo acordes con su tiempo. Entre otros, cabe citar a Carmen Mir (1903-1986), que fundó en 1940 una casa de moda que contribuyó a modernizar los años 60 y 70; Pedro Rovira (1921-1978), que fundó su casa de costura en 1948, y llegó a lanzar en los 60 líneas propias de prêt-à-porter; Josep Ferré (1929), que presentó desde 1959 la gran novedad del traje-pantalón que transformaría los hábitos indumentarios de la mujer española; o Herrera y Ollero, una casa fundada en 1945, que incorporó a fines de la década de 1960 las claves materiales y estilísticas con las que Paco Rabanne estaba revolucionando el mundo de la moda.

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Pero el nombre fundamental de la década de 1960 en España es Elio Berhanyer, marca del creador Eliseo Berenguer. Fue uno de los primeros creadores españoles que firmó con su nombre ropa y accesorios, utilizando su marca como recurso decorativo y publicitario.

En los años sesenta, los nacidos después de la guerra, en el llamado baby-boom, los babyboomers, habían vencido la adolescencia y estaban en plena juventud, e irrumpieron en la sociedad como un terremoto que los ingleses llamaron youthquake. La juventud se convirtió en el ideal de la sociedad y en el espejo absoluto de la moda. Parecía que se entraba en una nueva era de acontecimientos inimaginables: la televisión se extendió a prácticamente todos los hogares, en 1961 la Unión Soviética lanzó su primera nave espacial tripulada, en el 68 tuvo lugar la revuelta estudiantil de París, en el 69 el hombre llegó a la Luna. Los jóvenes buscaban un modo de expresión propia y la nueva cultura anglo-americana fue la elección. Triunfaba una nueva música joven, representada por los Beatles. Los contantes Bob Dylan y Joan Baez se convierten en símbolos del movimiento pacifista que se manifiesta en multitudinarias concentraciones callejeras bajo el eslogan «Haz el amor, no la guerra». Frente al puritanismo de las décadas anteriores, la sexualidad se convirtió en algo público. Estar «al día» significaba estar liberado en materia sexual, lo que implicaba practicar el sexo libremente.

En el campo de la moda, la juventud trataba de mostrar su cuerpo para diferenciarse de las generaciones anteriores, tratando de destruir todos los tabúes. En 1963, Mary Quant causó una auténtica conmoción al presentar en la revisto Vogue la minifalda, que mostraba la pierna muy por encimo de la rodilla. El traje de baño sin la pieza superior, el llamado monokini, se presentó en 1964. La modelo Twiggy lució en 1966 un vestido transparente anudado al cuello. Todo ello representaba un nuevo concepto del cuerpo, la llamada «conciencia corporal».

Por oposición a la moda de los cincuenta, ahora se trata de eliminar los contrastes entre los sexos. Los hombres se dejan el pelo largo y llevan ropas muy ceñidas que morcan sus formas, mientras las mujeres tratan de ocultar los suyos con vestidos amplios, asexuados, el pelo corto y los trajes pantalón que hocen furor. Incluso se presenta un traje pantalón como vestido de noche. A esta confusión de sexos se le llamo en ese momento «androginia».

Es un momento de complicados conflictos políticos: se extiende lo guerra fría entre los bloques comunista y occidental. Se construye el muro de Berlín en el 61. En el 62 tiene lugar la crisis de los cohetes rusos en Cuba. En el 63 asesinan a Kennedy. En el 64 se inicia la guerra de Vietnam. En el 66 alcanza su cénit la Revolución cultural de Moa en China. En el 67 estalla la guerra de los Seis Días entre Israel y los países árabes limítrofes. En el 68 las fuerzas del Pacto de Varsovia ahogan en sangre la «Primavera de Praga»... Como consecuencia, surgen entre la juventud movimientos pacifistas que se reconocían en su aspecto exterior por andar descalzos, llevar el pelo largo, vaporosos vestidos, camisas estampadas con flores... Es el movimiento hippy que también busca unirse a la Naturaleza y huir del consumismo imperante. Junto con los beatniks, que renunciaban a la sociedad burguesa y vestían de modo descuidado, propagaron lo idea del amor libre, de la antimoda y la creencia de que las drogas aumentaban el estado de consciencia. Pero esta idea de antimoda se convirtió rápidamente en una nueva moda acompañada, naturalmente, de una intensa explotación comercial: faldas largas, blusas de encaje al estilo de las abuelas, cintas para el pelo, se vendían por millones a buen precio en los grandes almacenes y de este modo perdieron el componente ideológico que al principio habían tenido.

Como el poder adquisitivo de la juventud no era alto, se popularizaron los materiales baratos y las hechuras sencillas y la alta costura atravesó una etapa de crisis, a pesar de los esfuerzos por adelantarse y crear una moda del futuro, «futurista», con nuevos materiales y diseños «galácticos». Pero la era de la sociedad de consumo se acercaba con rapidez.

En 1967 Balenciaga cerró su casa diciendo «La moda ha muerto».

En los años 60, una numerosa nueva generación reclamaba un traje adaptado a su estilo de vida. El nacimiento de la industria del prêt-à-porter era ya inevitable.

La gente se habituó a la línea recta, a los trajes no ceñidos y sin talle que favorecían a las mujeres jóvenes, de cuerpos esbeltos, y marcarían la evolución de la moda durante los años 60 en la obra de Courrèges, Pierre Cardin, Paco Rabanne, Givenchy o Saint Laurent..., todos ellos admiradores del genial español Cristobal Balenciaga.